Dejarse caer
Mientras le observaba a una distancia prudencial, me preguntaba por qué se dejaba caer, por qué ya no oponía resistencia alguna, como aceptando los designios de un Dios furibundo. Su expresión era de calma absoluta, muy distinta a la que habría tenido hasta ahora, incluso opuesta. Su respiración se tornaba tranquila; ya no mascullaba, ni sentía en su pecho el ardor del aire entrando a borbotones. Su cuerpo se dejaba caer, con laxitud completa, olvidando esos momentos de tensión y abigarramiento. En cierto modo, y visto todo en conjunto, su cuerpo hablaba como redactando una declaración de intenciones definitiva. Porque el final, era esto: dejarse caer, en paz.
Visto en perspectiva, de poco había servido el esfuerzo y la lucha constante durante años, sino de retrasar lo inevitable un poco más, a cambio de un sacrificio que visto ahora, era completamente innecesario. Pero la insatisfacción le devoraba, le impedía mirar a su alrededor, todo lo que tenía y que bien merecía, y todo por lo que vivir plenamente. Sin embargo, ese vano correr tras lo accesorio, le vaciaba de lo fundamental.
Ese tienes que ser más elegante, que puedan presumir de ti, que se les llene la boca con tus virtudes, que seas la comidilla de las esferas circundantes por tu posición aparente. Que encandiles con tu presencia, que les hagas reír y sobre todo: quieran ser tus amigos a toda costa, como un trofeo que todos quieren conseguir y con quien todos quieren hacerse la foto para subirla a instagram.
Y, como un anuncio publicitario televisivo, continuamente informados y avisados de que todo lo que haya fuera de ese círculo es fracaso: si no entras en el juego se te advierte, incluso amenaza: tus amigos dejarán de llamarte, tus padres se avergonzarán, tu pareja te dejará por otro más guapo, más rico y con mejor posición; en tu trabajo solo conseguirás ser un machaca más, nadie se fijará en ti porque el otro viste más elegante que tú, aunque sea un megalómano (eso da igual, ser megalómano está bien visto, te hará subir más puestos).
¿Quién querría estar con alguien que no sube contenido a Instagram, que apenas tiene seguidores, o peor aún, que no recibe likes y comentarios, que no hace apología de sí mismo a cada instante? ¿Cómo podría ser deseable alguien que no pisa los garitos de moda, que no lee los libros de moda, que no va al restaurante de moda, a comer el plato de moda, del chef de moda? ¿Qué hay de deseable en algo que esté fuera de todo esto?
Mejor buscar la empresa de mayor relevancia en tu sector para trabajar, aunque te explote, da igual: tus padres estarán orgullosos. Más te vale ser gracioso, simpático y ocurrente, vestir elegante, caer bien a todos, una billetera abultada y ser el perfecto alfa, o tu pareja antes o después se esfumará sin que puedas verlo venir (al alfa). Más vale que respondas todas las llamadas, que adules continuamente y seas el tío más agradable con el que poder estar, o tus amigos encontrarán otros con los que su autoestima quede mejor alimentada. Más vale no parar de exhibir tus éxitos profesionales, por burdos que sean, y compartirlos en las redes y más allá, o no serás nadie.
A punto de rozar la lona, sigue con expresión tranquila, casi de felicidad. Todos los que gritan a su alrededor están furiosos, le acusan de rendirse, de dejarse ganar. Gritan como idos sin creer lo que están viendo. Yo sonrío brevemente, casi imperceptiblemente. Por un momento sus ojos se cruzan con los míos, y por un instante nos miramos y entendemos. Cuando golpea la lona y queda tendido, veo a un hombre feliz por primera vez, libre de las ataduras que hasta unos minutos antes había tenido apretadas a su alma desde la infancia. Ahora le quedan las marcas, pero con el tiempo desaparecerán por completo: la libertad de ser uno mismo, si bien amenaza el ostracismo, siempre atrae a otros que como tú, un día se dejaron caer.
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